El grupo decidió permanecer de guardia el resto de la noche y al amanecer recibieron la visita del grupo de rátidos que habían atisvado el día anterior. Se identificaron como los supervivientes del Nido del Bosque Inundado, que huían de una terrible bestia que asolaba la región. Algunos estaban heridos o famélicos, pero Gowar no pareció mostrar ninguna piedad hacia su antiguo pueblo, ni siquiera hacia su padre, que intentó acercarse a él y él le rechazó.Acordaron buscarles un sitio donde refugiarse, pero antes querían encontrar el refugio de Draegar Brazodiamante.
Explorando una cornisa de la montaña, Gowar pudo escalar una pared imposible hasta llegar a una balconada desde donde se accedía a lo que parecían ser unas cavernas habitadas. Pronto, una terrorífica figura enana, embutida en una armadura improvisada y con un temible hacha se enfrentó al rátido. Varios golpes le costó convencer al parangón enano, pues se encontraba ante Draegar, para que le concediese una audiencia a Ísar, pero sólo si entraba por la puerta principal.
Y así fue como Ísar y Gowar se internaron en las cavernas antes habitadas por los trasgos, y superaron diversas trampas y enigmas, que les dejaron terriblemente heridos. De hecho, una de las trampas más terribles dejaron tullido a Gowar, cuando una salpicadura de lava abrasó sus brazos.
Pero finalmente, Ísar llegó ante Draegar, que, aunque les recibió con amabilidad, se mostró frío. Y cuando Ísar le pidió ayuda para superar a la forja de un hacha de mithril que su adversario iba a crear, éste se negó. La decisión estaba tomada, y nunca nadie había conseguido hacer cambiar de opinión a un parangón enano. Pero Ísar no desistió. Con sencillez y sinceridad, le abrió su alma y consiguió lo que nadie había conseguido hasta ahora: Draegar la ayudaría a construir una forja de Luz de Estrellas.
Tras esta proeza, sin embargo, no pudieron convencerle para que los rátidos ocuparan sus cuevas, y Gowar se ofreció a dirigirles al otro lado de las montañas, donde pudieron formar un pueblo nuevo desde cero. Sin embargo, su relación con su padre siguió fría y distante.
Sirnias se recuperó y juntos volvieron a la ciudad, donde les esperaba una última sorpresa: Karathos Malaster les reunió para avisarles de un gran peligro que se cernía sobre Sembia, un peligro que sólo podría evitarse si lograban recomponer una poderosa reliquia, cuya primera parte ya le habían conseguido en la Tumba de Namaroth. Y gracias a Draegar sabían que uno de los poseedores del fragmento era su propio padre, cuya tumba estaba en los Picos del Trueno, hogar de Ísar.
Una nueva aventura les esperaba.
Y este ha sido el final de campaña, que ha servido de introducción al mundo. Después de 5 sesiones vamos a tomarnos un respiro y cambiar de juego, pero hemos dejado unas grandes bases sobre las que continuar.El concepto de dungeon-crawling no ha terminado de cuajar y ha derivado en aventuras más típicas, algo que me alegra más que apenarme.Los fragmentos de la reliquia serán el Macguffin necesario para dar más cohesión al grupo a la vez que no forzamos demasiado la historia.Cada PJ tiene una historia detrás interesante, aunque algunas se han desarrollado más que otras. La trama de Ísar está mucho más avanzada que, por ejemplo, la de Gowar.
Por otra parte, esta última sesión, aunque sólo contó con 2 jugadores, fue bastante espectacular, sobre todo la imposible prueba de Persuasión de Ísar sobre Draegar y la escalada escarpada de Gowar. Por cierto, Gowar es el primer personaje en sufrir ¡una herida permanente!, que escogió que fuera un -1 a AGI. Yo me sentí cómodo y me lo pasé muy bien la verdad.
Ahora es el momento de recuperar fuerzas e ideas, aunque no muchas, porque en breves semanas comenzaré otra campaña de BW con otro grupo, con un estilo más urbano, a lo "Nueva Crobuzón" de las novelas de China Mieville.
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